Ojalá nunca.






Encontrarte fue mi mayor pérdida.
Fue absurdo, irracional e incoherente; 
como yo.

Y todavía te echo de menos.

Siempre te vi como la primera vez;
radiante y lleno de sexo.

Nunca supe cómo hacerlo bien para hacernos mejor.

Pero sabía cómo hacerte música,
y lo de tus cosquillas en la nuca.

Llegó un punto y elegimos el final: acabamos queriéndonos mal, sin permiso y a destiempo.

Te haría mil poemas y los multiplicaría por las ganas que tengo de que me hagas el amor;
pero de ‘ojalás’ no se vive
y ojalá no me hubiera muerto tantas veces de ellos.


Siempre he pensado que es mejor sentir con la razón y pensar con el corazón;
lo jodido es ponerlo en práctica.


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